Apelar a la libertad de
conciencia para defender la participación voluntaria en el ejército nazi en una
guerra de agresión es algo que solo muestra la degradación moral de quien tal
cosa defiende.
Hacerlo como reacción a la
instalación de una placa homenaje a quienes murieron en los campos nazis es
además indecente.
No es una afirmación retórica,
por tres veces repite tal juicio en el ABC el sr. Girona Hernández en su
artículo «Ecos imborrables de la historia» (ABC Toledo, 05/03/2016). El
anticomunismo, a lo que se ve, justifica todo, hasta la decisión del Tercer
Reich de arrastrar al mundo a la mayor matanza de la historia humana. El
carácter «romántico» de la División Azul, el simpático afán de «devolución de
la visita», pero sobre todo la pretensión de que el juramento a Hitler se
limitaba a la «justificada» lucha anticomunista son parte de los mitos del
franquismo ampliamente repetidos en el revisionismo actual.
El
juramento de los «divisionarios» españoles decía, efectivamente:
"¿Juráis
ante Dios y por vuestro honor de españoles absoluta obediencia al jefe supremo
del ejército alemán, Adolf Hitler, en su lucha contra el bolchevismo y que combatiréis como
valientes soldados dispuestos a dar vuestra vida en cada momento por cumplir
este juramento?"
Ampliemos el foco. ¿Cuál era el
juramento de las Waffen SS? Pues prácticamente el mismo:
"Juro
por Dios obediencia incondicional como un soldado valiente que quiere estar
preparado en todo momento para dar su vida en la lucha contra el
bolchevismo al
comandante supremo de la Wehrmacht, Adolf Hitler."
Los campos nazis, la guerra de
agresión y la política de extermino del nazismo no fueron ejercicio de
«libertad de conciencia», fueron crímenes contra la Humanidad reconocidos
internacionálmente. No hay aquí equidistancia posible, no ha lugar escuchar las
razones de conciencia de los nazis para llevar a cabo su exterminio. Cuando se
estudia lo sucedido en los campos y en las tierras de la URSS sometidas a la
guerra total, los argumentos de los genocidas se reproducen para poder conocer
las dimensiones del horror y para mostrar la lógica criminal del exterminio,
pero no se apela a la «objetividad», a la «equidistancia» moral. El Tercer
Reich dejó morir de hambre a más de tres millones de prisioneros de guerra
soviéticos; olvidar eso y molestarse por la falta de comodidades en un campos
de prisioneros en la dura postguerra de la URSS, campos de los que volvieron
pese a todo una gran proporción de los prisioneros es retorcer la historia para
perpetuar el ditado de noche y niebla. Hay una diferencia enorme entre un campo
de internamiento y trabajo y un campo de exterminio. Primo Levi, miembro de la
resistencia italiana deportado a Auswitchz lo ha dejado plasmado por escrito en
obras estremecedoras que son de obligada lectura en los colegios
italianos.
¿Qué
podemos esperar de sujetos que desprecian la propia historia cercana de
prisiones y campos de muerte como los existentes en Ocaña, Uclés, Quintanar
donde fueron asesinados por hambre, tortura o ejecutados miles de toledanos de
toda condición? Ante esto ni una reacción moral, pero basta recordar a los
deportados a un campo nazi que hasta 2016 han permanecido en el olvido, para
que se exija reconocimiento a los que de forma voluntaria vistieron el uniforme
de la Wehrmacht. En realidad no nos extraña este vómito moral en un medio, el
ABC, que rindió homenaje en portada a ese gran líder anticomunista que fue
Adolfo Hitler.
Toledo vio sus calles bombardeadas
y a sus habitantes asesinados por tropas alemanas, pero a lo que se ve
estuvieron en misión humanitaria, obligados por su conciencia. Toledo recibió
también la visita de Heinrich Himmler en 1940 al paso alegre de la paz; le
acompañó su ayudante el coronel de las SS Kurt Wolf y otros sujetos de la plana
mayor de las SS y el SD. Recorrieron el Alcázar de la mano de Moscardó y del
alcalde de Toledo, de todas las autoridades locales, de apellidos hoy muy vivos
en la política local y a lo que se ve muy orgullosos todos de sus amistades y
fraternidad con la cúpula nazi responsable del Holocausto y la Guerra de
Agresión, al fin y al cabo España fue el único lugar en el que pervivió una
victoria de Hitler, las otra guerras las perdió, la nuestra no; de hecho, sin
la intervención alemana del día 25 de julio de 1936, el golpe fracasado hubiera
acabado por ser dominado, habida cuenta del bloqueo del Estrecho por la heroica
Armada de la República Española, sólo una intervención extranjera pudo derrotar
a la República.
Le recomendamos a los espíritus
sensibles que no soportan el modesto homenaje a nuestros deportados, que
organicen efectivamente un acto de desagravio y recuerdo a los nazis y sus
aliados caídos por la «libertad de España» como rezan las estelas de la Legión
Condor. Que hagan visibles las fotos de tan olvidada visita de la cúpula de las
SS, que se vea bien clara la infame presencia en Toledo de estos sujetos y sus
hermanos españoles de jauría —son las palabras de Himmler en el funeral de esa
víctima del terrorismo que fue Reinhardt Heydricht—, que aprovechen para
intentar rescatar sus motivaciones anticomunistas para sus actos criminales.
Pueden invitar a Andrea Levy, del Partido Popular, o al Embajador de Israel, o
a los representantes de las Comunidades Judías de España, o a los embajadores
de Francia, Inglaterra o Italia: seguro que comprenderán de inmediato las
razones de al ver los uniformes FeldGrau y las cruces de hierro de los
veteranos que juraron fidelidad a Hitler.
Es sabido que la impunidad de los
crímenes contra la Humanidad acaba por envilecer a las sociedades que se ven
sometidas, ver impunes a los verdugos, triunfantes sus ideas y socilmente
reconocidos a los que se beneficiaron de los crímenes, lleva a muchos a no
saber moverse moralmente. El nazismo, como el fascismo, o la variante hispana
del totalitarismo, el nacional-catolicismo, no precisaban traicionar sus
ideales para devenir genocidas, estaba en su propia esencia y definición. Es
por ello que en una contienda como la española o la guerra mundial 39-45
debería ser muy fácil orientarse, basta con preguntar ¿en qué lado estaban los
nazis? Pues bien, las personas decentes está claro que deben estar enfrente.
Aquí no hay equidistancia que valga. Churchill lo tuvo claro.
Parece que el sr. Girona
Hernández no tanto.
Pedro A. García,
Foro por la memoria de
Castilla-La Mancha.